Lao Tse dijo: A aquellos que ganan injustamente y no dan les visitarán los problemas.
No pueden ayudar a los demás ni tampoco tienen medios de ayudarse a sí mismos.
Pueden llamarse ignorantes, no diferentes a los pájaros caníbales que aman a los niños que los comerán.
Por ello, seguir llenando no es tan bueno como detenerse; un borde afilado no puede ser mantenido para siempre.
El Camino existe en la virtud, la virtud existe en el Camino; su evolución es infinita.
El yin existe en el yang, el yang existe en el yin; todas las cosas son así y no pueden ser completamente entendidas.
Cuando llega la fortuna, allí están los presagios; cuando llega la calamidad, los presagios la preceden.
Si ves los presagios pero no actúas correctamente, no llega entonces la fortuna.
Si actúas correctamente sin ver presagios, no llega entonces la calamidad.
El beneficio y el perjuicio atraviesan la misma puerta, la calamidad y la fortuna están en la misma vecindad: sólo los santos y los sabios pueden distinguirlos.
Por ello se dice: «La calamidad es aquello de lo que depende la fortuna, la fortuna es lo que gobierna la calamidad; ¿quién puede conocer su final?» Cuando las personas están a punto de caer enfermas, primero tienen un deseo de pescado y carne; cuando un país está a punto de perecer, primero rechaza las palabras de ministros fieles.
Así, cuando una enfermedad va a ser fatal, uno no puede tratarla médicamente; cuando un país está a punto de perecer, uno no puede planificar para él con fidelidad.
Cultívalo en ti mismo, y sólo entonces podrás gobernar al pueblo; vive en casa de una manera ordenada y civilizada, y sólo entonces podrás transferir esto a un liderazgo gubernamental.
Por ello se dice: «Cultívala en ti mismo, y esa virtud es real; cultívala en casa, y esa virtud es abundante; cultívala en el país, y esa virtud es rica.
» Lo que sostiene las vidas de la gente es el alimento y el vestido.
Si los negocios proporcionan suficiente comida y vestido para sobrevivir, entonces tienen éxito; si no proporcionan suficiente alimento y vestido para sobrevivir, entonces son un fracaso.
Cuando el negocio no tiene éxito, el carácter no madura.
Por ello, cuando fluyes en armonía con los tiempos, pero no tienes éxito, eso no cambia el sistema; cuando te adecúas a los tiempos pero no tienes éxito, eso no cambia el orden.
Otro tiempo vendrá de nuevo; a esto se le llama la ley del Camino.
Los reyes señoriales enriquecen a sus pueblos, los reyes despóticos enriquecen sus tierras, las naciones en peligro enriquecen a sus burócratas.
Las naciones pacíficas aparentan carecer, las naciones perdidas tienen vacíos sus almacenes.
Por ello se dice: «Cuando los gobernantes no explotan a sus pueblos, éstos prosperan de manera natural; cuando los gobernantes no explotan a la gente, ésta se vuelve civilizada por propia naturaleza.
» Cuando se moviliza a un ejército de cien mil personas, ello cuesta cien mil monedas de oro por día; siempre existen malos años después de una expedición militar.
Por ello, las armas son instrumentos de mal agüero y no son atesoradas por las personas cultivadas.
Si reconcilias a grandes enemigos de manera que inevitablemente queda alguna enemistad, ¡con qué poca pericia lo has hecho! Por consiguiente, los antiguos no atraían a los íntimos hacia ellos mediante las palabras, y no las utilizaban para dar órdenes a los que estaban lejos; pero las personas que estaban cerca eran felices, y la gente no les venía de lejos.
Cuando tienes los mismos deseos que el pueblo, estás en armonía.
Cuando tienes los mismos principios que el pueblo, estás seguro.
Cuando tienes los mismos pensamientos que el pueblo, lo conoces.
Quienes ganan el poder del pueblo se hacen ricos; quienes ganan la alabanza del pueblo se vuelven personas notables.
Si hay algo en tus acciones que te invita a la enemistad, o algo en tus palabras que atrae problemas, a menos que alguien te prevenga, la gente murmurará sobre ello más tarde.
Rumoreadas a lo largo y a lo ancho, las palabras son molestas.
Es la lengua por donde ello empieza; una vez que has hablado de manera inapropiada, un equipo de caballos no puede sobrepasar tus palabras.
En los antiguos tiempos, el Maestro del Centro decía que el cielo tiene cinco direcciones, la tierra cinco elementos, la música cinco notas, las cosas cinco sabores, la materia cinco colores primarios, el pueblo cinco posiciones.
Así, hay veinticinco clases de personas entre el cielo y la tierra.
Las más elevadas son las personas espirituales, las verdaderas personas, las personas del Camino, las personas perfectas, y los sabios.
A continuación vienen las personas con virtud, las sensatas, las que saben, las buenas personas y las que disciernen.
En medio están las personas honradas, las personas fieles, las personas confiables, las personas justas y las personas corteses.
A continuación vienen los estudiosos, los artesanos, los leñadores, los campesinos y los comerciantes.
Las inferiores son las personas sin individualidad, las personas seniles, las personas tontas, las personas que son como trozos de carne, y las personas de miras estrechas.
La diferencia entre los cinco tipos más elevados y los más bajos es como la diferencia entre los seres humanos y los bueyes o los caballos.
Los sabios miran con sus ojos, escuchan con sus oídos, hablan con su boca y caminan con sus pies.
Las verdaderas personas se dan cuenta sin mirar, oyen sin escuchar, se desplazan sin caminar, son honradas sin hablar.
Por ello, los medios mediante los cuales los sabios mueven al mundo nunca han pasado por las verdaderas personas; los medios a través de los cuales las personas sabias corrigen la moral de la sociedad nunca han sido observados por los sabios.
Lo que llamamos el Camino carece de parte de delante y de parte de atrás, de izquierda y derecha: todas las cosas son misteriosamente lo mismo, sin verdad ni error.