Mis palabras son muy fáciles de entender, pero muy difíciles de practicar.
Aunque el mundo no pueda entenderlas ni practicarlas, mis palabras tienen un Antecesor; mis obras tienen un Dueño.
La gente no lo sabe.
Por ello, no me conocen.
Cuantas menos son las personas que me conocen, más nobles hace a las que me siguen.
Por ello, el Sabio lleva burdas ropas, mientras que guarda un jade en su pecho.