El buen andar no deja huella tras sí; el buen hablar no deja marca que pueda criticarse; el buen cálculo no necesita el ábaco; el buen cerrar no precisa cerrojo ni tranca, pero nadie puede abrir lo cerrado; el buen atar no utiliza cuerdas ni nudos, pero nadie puede desatar lo atado.
Por ello, el Sabio siempre sabe cómo salvar a la gente, y por tanto, nadie es abandonado; siempre sabe cómo salvar las cosas, y por tanto, nada es desechado.
A esto se llama “seguir la guía de la Luz Interna” .
Por ello, las personas buenas son maestras de las menos buenas, y éstas están a cargo de aquéllas.
No alegrarse de la propia tarea es equivocarse de camino, por muy inteligente que se sea.
Éste es un principio esencial del Tao.