El maestro no puede ayudar al estudiante mientras el espíritu de éste se halle contaminado.
La purificación de la contaminación espiritual no es responsabilidad del maestro, sino del estudiante.
Aquélla se lleva a cabo ofreciendo al mundo el talento, los recursos y la vida que uno tiene.
También, puede un estudiante sano ofrecer su energía pura al maestro y a los ángeles inmortales que lo rodean, y un estudiante disminuido puede proporcionar como mínimo alimentos, vino o servicios.
Cuando uno da lo que puede sin refrenarse, quedan rotas las barreras de la individualidad.
Entonces ya no es posible decir si es el estudiante el que se ofrece a sí mismo al maestro, o es el maestro el que se ofrece a si mismo al estudiante.
Uno ve sólo dos seres inmaculados, que se reflejan el uno al otro como un par de espejos brillantes.