El rey P’ing preguntó a Wen-tzu: He oído que tú alcanzaste el Camino de Lao Tan.
Actualmente personas sensatas pueden tener el Camino, pero viven en una época decadente y confusa.
¿Cómo es posible civilizar a un pueblo desde siempre ingobernable mediante la estrategia de una persona? Wen-tzu dijo: La virtud del Camino corrige lo que ha sido equivocado y lo hace correcto, aportan orden al caos, transforma la decadencia y la corrupción en simplicidad y pureza.
Cuando la virtud renace, el mundo está en paz.
El punto central reside en el líder, que es el guía del pueblo.
Los de arriba son modelos para los de abajo.
Lo que le gusta a los de arriba, lo consumirán los de abajo.
Si los de arriba tienen la virtud del Camino, los de abajo tendrán humanidad y justicia.
Cuando los de abajo tienen humanidad y justicia, no existen sociedades decadentes y caóticas.
Acumular virtud desemboca en dignidad, acumular resentimiento desemboca en destrucción.
Una acumulación de rocas hace una montaña, una acumulación de agua hace un mar.
Nada puede hacerse sin acumulación.
El cielo da a quienes acumulan la virtud del Camino; la tierra les ayuda, los espectros y los espíritus les asisten, los fénix planean sobre sus jardines, los unicornios deambulan en sus campos, los dragones se establecen en sus embalses.
Así, presidir el país por medio del Camino es una bendición para el mismo; presidir el país sin el Camino es perjudicial para el mismo.
Si una persona hace de todo un país su enemigo y a pesar de ello quiere continuar indefinidamente, esto será imposible.
Es por ello por lo que los buenos reyes florecieron y los reyes perversos perecieron.