A menos que la mente, el cuerpo y el espíritu estén igualmente desarrollados y plenamente integrados, no puede mantenerse ninguna cima espiritual ni estado de iluminación.
Ésta es la razón por la que las religiones e ideologías extremistas no dan frutos.
Cuando la mente y el espíritu son forzados a austeridades artificiales o a adherirse a dogmas externos, el cuerpo enferma y se debilita, convirtiéndose en un traidor para todo el ser.
Cuando se pone el acento en el cuerpo con exclusión de la mente y del espíritu, todo se convierte en una especie de serpientes atrapadas: frenéticas, explosivas y venenosas para la misma persona.
Todos estos desequilibrios conducen inevitablemente a que la fuerza de vida se agote y expire.
El verdadero desarrollo personal implica la integración holística de mente, cuerpo y espíritu.
Equilibrando el Yin y el Yang, mediante las diversas prácticas del Camino Integral, se logra la unidad completa dentro y fuera.
Esto se manifiesta en el mundo como equilibrio perfecto y gracia perfecta.