En la Antigüedad, las personas vivían vidas holísticas.
No exageraban la importancia del intelecto, si no que integraban la mente, el cuerpo y el espíritu en todas las cosas.
Esto les permitía llegar a ser maestros del conocimiento, en vez de ser víctimas de los conceptos.
Si aparecía un nuevo invento, indagaban los problemas que podría causar, así como las ventajas que ofrecía.
Apreciaban los antiguos métodos que habían demostrado ser eficaces, y apreciaban los nuevos métodos si podían demostrar su eficacia.
Si quieres dejar de estar confuso, imita a los antiguos: unifica tu cuerpo, tu mente y tu espíritu en todo lo que hagas.
Escoge alimentos, vestidos y techo de acuerdo con la naturaleza.
Confía en tu propio cuerpo para trasladarte.
Deja que tu trabajo y tu ocio sean la misma cosa.
Ejercita lo que desarrolle todo tu ser y no sólo tu cuerpo.
Escucha música que conecte las tres esferas de tu ser.
Elige dirigentes por su virtud y no por su riqueza o poder.
Sirve a los demás y desarróllate al mismo tiempo.
Entiende que el verdadero crecimiento procede de afrontar y resolver los problemas de la vida en armonía contigo mismo y con los demás.
Si sigues estos simples y viejos procederes, estarás continuamente renovado.